cayó la noche…

Despierto en un campo frío, casi fangoso. El sol ya se oculta en el horizonte invisible, la neblina comienza a engrosarse sobre los campos. Al caminar siento frio en los pies, mi ropa está húmeda, sucia y desgarrada por quien sabe que revuelta. Extrañamente el cielo no tiene los característicos matices naranja que suelen acompañar la penumbra del atardecer, sino que en su lugar la noche nos da la bienvenida con unos últimos rayos de luz azul violeta.

La visibilidad ya es de unos cuantos metros hacia adelante y aunque se ve un paisaje tenebroso, no tengo miedo. Camino algunos metros y la curiosidad creciente que siento parece ser nada mas la máscara mas externa de una sensación de impotencia ante lo insólito del paisaje que descubro ante mis ojos: se trata de un cementerio de sueños…